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martes, 22 de abril de 2014

El salto

Hace unas semanas, mientras veía un reportaje de ''Salvados'' sobre los inmigrantes ilegales y la valla de Melilla y Ceuta, me puse a pensar en que sentirían realmente estas personas. No soy quien para opinar, nunca me he encontrado en una situación similar, sin embargo creo que las personas que hacen esto es porque no tienen ninguna otra opción viable. He estado informándome, he sacado alguna información, y he creado este texto. Con el quiero hacer un llamamiento a la sociedad para que busque un camino por el que podamos andar todos. También quiero dar las gracias a las ONG'S que trabajan para la mejora de esta situación, pues son un gran apoyo para familias y personas que se encuentran en una posición semejante.

Las manos del joven se deslizaban sobre la suave madera, palpando su cuerpo voluptuoso, que crecía y decrecía formando preciosas ondas. Le recordaban a las dunas, a las arenas de los desiertos lejanos que una vez conoció. El tacto imperfecto del cuerpo tallado le hacía cerrar los ojos y recordar aquella dura infancia en la que tan solo se había sentido. Recordó como recorría cientos y cientos de kilómetros en busca de un pequeño manantial en el que saciar su sed. La vida en el Sáhara es dura, de día el sol acecha, persiguiendo a los caminantes con sus rayos de luz, abrasando viva la piel. Sin embargo es más temible la ira de la noche, pues cuando ésta llega su rencor es espantoso. Muchas personas desisten en estos parajes, no se acostumbran a una vida de dolor y sufrimiento, y deciden entregarse a la noche, dejar que esta los envuelva en su frío manto mortecino y olvidarse por siempre de los pesares y calvarios de este mundo. Sin embargo Sirhan había nacido con gran coraje. ''Lobo'' era el significado de su nombre, y así se sentía el. Un solitario viajando en manada, valiente, perspicaz. Incluso sus padres sabían que él era diferente, que el quizás podría cumplir el sueño de tantas personas, de tantos metgeselle, de tantos compañeros de viaje. Un sueño compartido, un sueño quizás mitificado, un sueño que solo los audaces podían realizar. 

Lo único que deseaba Sirhan era una vida digna para el y para sus padres y hermanos. Ganar algo de dinero honradamente, como tantos otros habían hecho. En su ciudad se contaban tantas historias de personas que habían conseguido cruzar la valla que le resultaba imposible diferenciar cuales eran reales y cuales no. El soñaba todas las noches con llegar a territorio español. Allí quizás podría tener una vida noble, sin necesidad de robar para comer, para vivir. Podría conocer a alguien y crear una familia preciosa a la que cuidar. Pensaba en todo esto mientras tallaba con cuidado un diamante de madera, eliminando y lijando las curvas, en la ladera del monte Gurugú. Desde allí podía contemplar su sueño, podía observar la deseada ciudad de Melilla, en territorio español. Sus ojos se empañaban en lágrimas con solo imaginar el camino que le había llevado hasta allí. ¿Alguna vez pensó el volver atrás? Muchas, quizá demasiadas. Sin embargo no dejó que sus dudas marchitaran aquel sueño que había florecido en su interior a lo largo de su no muy larga vida. Aquella madrugada Sirhan y su manada de lobos correrían hacia la libertad, se dirigirían hacia la valla con la única intención de cruzar el paso que les separaba de la tierra soñada durante demasiado tiempo.

Estaban apenas a 200 metros de su objetivo. Se había imaginado una valla mucho más pequeña, mucho menos peligrosa. No podía dejar de correr, pues lo policía estaba al acecho. Miró a su alrededor. Niara, quien iba atrasada corría con todas las fuerzas que podía, sin embargo daría a luz muy pronto, por lo que no podía hacer grandes esfuerzos. Bem la cogía de la mano, tratando de darle todas sus fuerzas. Aún no había cumplido los 19, y era tan valeroso, tan fuerte. Algunos de sus metgeselle ya habían comenzado a escalar. Sirhan subió a la vaya de un brinco. Con todas las fuerzas que le quedaban se agarró a los filamentos metálicos y comenzó a subir por la misma. No se rindió hasta llegar arriba. Unas espinas de alambre se clavaron en su tobillo derecho cuando llegó a lo alto de la valla y comenzó a sangrar. Entonces sintió el sonido que le avisaba de la presencia de la policía. Todo ocurrió muy rápido, y apenas le dio tiempo de cruzar al otro lado. Sintió otro fuerte corte en su muslo izquierdo, muy profundo. En cada flanco de la valla había policias armados. Se escuchaba un ruído fuerte de fondo, unos gritos que les animaban a seguir luchando por su sueño: !Liberté! !Liberté! !Vryheid! !Vryheid! !Libertad!. Sus hermanos estaban allí para apoyarles en el salto, y sus palabras de ánimo le reconfortaban. Sin embargo todos ellos estaban en un atolladero, en un camino sin salida. Sirhan comenzó a sentir que la vaya se movía. Miró hacia abajo lo único que pudo encontrar fue su perdición a manos de unos cuantos policías marroquís. Cayó hacia atrás, bajando repentinamente los 6 metros que medía la valla. ¿Su último pensamiento antes de tocar el suelo? Ojalá hubiese saltado. Ojalá hubiese caído en territorio español, porque sería un final muy digno, un final soñado. Unas lágrimas de rabia recorrieron sus ojos antes de caer de espaldas contra el suelo y quedar inconsciente para siempre.

Desde ese día un diamante de madera, cuidadosamente cortado, está semienterrado en las tierras que separan Marruecos de Melilla. Quizás nadie se haya fijado en el, pero detrás tiene una historia, un dueño, un sueño.

viernes, 3 de enero de 2014

Escalera al cielo

 Había una vez un joven que tenía un sueño. Era un sueño auténtico, no como los sueño de hoy día. No soñaba con un yate, no sañaba con casarse y formar una familia. No, su sueño era más complejo, si cabe. El deseaba crear una escalera hasta el cielo, crearla y subir por ella para no volver jamás a este mundo. El muchacho, un jóven muy capaz y mañoso, comenzó a construírla. Al principio le resultó complicado, pero en seguida le cogió gusto. Todos los días, al volver a casa, trabajaba en su escalera, le añadía varios peldaños. El joven decidió trabajar con madera, pues su padre era carpintero; y su infancia había sido marcada ya con esos trabajos. Todos los días seguía un mismo procedimiento: cogía varias tablas y las cortaba en tablones de medio metro de ancho por 2 cm de alto, para hacer los peldaños. Tras cortarlos los pulía, les daba forma, los lijaba, los barnizaba y los colocaba en la estructura. Después se subía en ella para ver hasta donde llegaba. Hacía un par cada vez, para poner en cada lado de la escalera, que estaba unida al suelo de forma casi perpendicular. Para la estructura utilizó un gran molde que su padre había usado una sola vez para crear una escalera que permitiese a un cliente subir al tejado de su casa. Mediría aproximadamente 2,5 m. Cuando su estructura se terminaba creaba otra similar, y la unía a la anterior, mediante un encaje de metal.

Tras meses de duro trabajo, nuestro protagonista observó que su escalera no aumentaba nunca lo suficiente. Siempre existían cosas mas altas. Cuando superó su casa, el ayuntamiento quedaba por encima. Cuando superó el ayuntamiento la iglesia. Y cuando terminó la iglesia la catedral de la ciudad le seguía superando. Tras mucho trabajo decidió comentarle a su maestra su gran proyecto, pues estaba frustrado y necesitaba ayuda. Su profesora, lo miró con una benevolente sonrisa y le dijo: ''No existe nada más alto que el cielo, cariño. Ningún humano puede llegar tan alto, pues sería una ofensa para Dios''. Al llegar a casa, el joven comenzó a trabajar en su escalera como nunca antes. No sabía quien era Dios para ofenderse por su sueño, pero cuando llegara al cielo, hablarían personalmente.

Pasaron los años, y el protagonista de esta historia jamás abandonó su sueño. Con la ayuda de sus padres entró en la carrera de arquitecto, y aprendió miles de fórmulas y objetos que le fueron muy útiles para diseñar su escalera. A pesar de todo nunca abandonó su procedimiento habitual: cada día creaba entre dos y cuatro peldaños, los colocaba en su estructura y se subía para ver hasta donde llegaba. Llegó un momento en que nada superaba a su escalera. La gente la observaba desde lejos y se quedaba asombrada por su magnitud. Incluso se convirtió en un atracción turística, desde lejos venían personas a sacarse fotos con la escalera más grande del mundo, aún sin terminar.

El muchacho se hizo mayor, terminó la carrera y se casó, pero eso no impidió que prosiguiera con su sueño. Su mujer, que comprendió su motivación, le apoyó para construír aquella escalera. Incluso mientras cuidaba de sus hijos y trabajaba diseñando grandes edificios mantuvo su proyecto, su sueño con la escalera. Al fin y al cabo, era ya una manera de vivir, una rutina diaria, que incluso se le había hecho agradable, aunque cada día tuviera que subir mas peldaños. Durante varios días una terrible tempestad consiguió derribar su escalera, que quedó hecha astillas; sin embargo el muchacho comenzó de nuevo y con más ánimos prosiguió su sueño.
Cierto día, cuando nuestro protagonista ya se había jubilado, la escalera llegó al cielo. Sobrepasó las nubes bajas, superó la estratosfera y la mesosfera y llegó a su destino. El joven subió todos los peldaños, uno a uno, deseando con ferviente ilusión que fuera ya el último. Y cuando llegó se quedó asombrado con la belleza y el sosiego de aquel lugar. Un espacio blanco, etéreo, casi onírico. Los seres que habitaban allí eran similares a los nenúfares que recorren los ríos de la Tierra, aunque entonaban bellas canciones sin letra. Los objetos eran suaves y una persona podía darle forma a su gusto, cual escultor con su obra. Todo el material que allí se hallaba era color nieve y marfil, esponjoso y moldeable. Aunque lo que mas le gustó a aquel hombre fue que allí no habitaba nadie. No había ni un Dios, ni una persona que pudiera alterar la paz de aquel precioso lugar. Pensó en todo lo que había hecho en su vida. En sus estudios, en su mujer, en su familia, en su trabajo y en su sueño ahora completado. Pero aún así se sintió vacío. Tras observar durante varias horas aquel precioso paraje y pensar sobre su vida decidió regresar. Cuando llegó abajo desmontó su preciada escalera y se sentó en el sofá de su casa, junto a su mujer y su nieto más pequeño.

- ¿Porque no te has quedado allí? - preguntó ella, curioseando en sus sueños.
- Ni el lugar más hermoso del mundo, ni el sueño mas ambicioso del hombre, vale la pena sino tiene con quien compartirlo. - respondió el, mientras se dormía en el regazo de su amada.

Y por fin se sintió completo.


miércoles, 18 de diciembre de 2013

Calles mojadas

Ella caminaba cabizbaja, con la mirada fija en las pedregosas calles mojadas. Sus ojos vidriosos anticipaban el llanto que veía venir. Sus cascos sonaban al ritmo de Metallica, lo mas fuerte que podían, no dejaban espacio para nada más en su mente. Desgarraba su alma rota en mil pedazos y volvían a reconstruirla con cada uno de de sus acordes. La lluvia comenzó a caer, lentamente, sin dejar espacio a ilusiones, a nuevas sonrisas, a folios en blanco. Todo estaba escrito ya, y su historia no podría seguir adelante sin el.

Recordó como salía de su casa, corriendo, con una maleta y dos bolsos, llenos de ropa escogida rápidamente y de forma instintiva. La rabia y el dolor la consumían por dentro, tras la mayor discusión que recordaba haber tenido en su vida. No pensaba con claridad cuando decidió marcharse, y sin embargo era la mejor decisión que jamás había tomado. Todo a su alrededor le recordaba a aquella persona, que ya no estaba, y que jamás volvería a estar. Su colonia, sus dibujos, sus preciosas dedicatorias en forma de cartas. Esa casa era el lugar donde habían pasado toda su infancia, juntos. Y ahora... ya no podria volver a ser la misma casa sin el. Nadie conseguía entenderla, nadie la comprendía. Estaba ya cansada de los abrazos vacíos, implacables. De las sonrisas mudas con buenas intenciones. De las palabras de consuelo que no sofocaban el dolor de su fuero interno. Los llantos hasta las 3 de la mañana no cesaban, ni un solo día. Y su madre no conseguía ayudarla.

Sentía que deberían estar unidas en esos dificiles momentos, y sin embargo estaban a años luz de distancia. Sus reacciones reflejaban su personalidad, tan distinta. Cuando sucedió todo aquello fue ella quien tomó el mando. Ella organizó su funeral, su velatorio, su despedida. Y cuando ya no estaba, ella se encargó de tragar sus sentimientos, de correr a buscar soluciones, de mirar hacia adelante. Su madre, sin embargo, no podía concebir una vida sin la persona por quien lo había dado todo. Tenía que admitirlo, entendía porque su madre lo prefería a el. Eran muy similares. Cariñosos, cercanos, sinceros y con un gran amor por el prójimo. Pero no fuertes. Eso no. Esa cualidad la había heredado ella de su padre, no de su madre. La relación entre ellos dos era muy especial. Se apoyaban en todas sus creaciones, se buscaban cuando estaban perdidos, mostraban su amor sin avergonzarse, sin miedo. Eran uña y carne, y ahora estaban separados. No hay nada tan duro para un padre que sobrevivir a su hijo.


Tras las primeras semanas el dolor no se fue paliando, pero la no presencia de su hermano gemelo se hizo mas notable. Lo buscaba en cada rincón, en cada esquina. Cuando volvía a casa de trabajar caminaba hacia el balcón para observar si seguía allí pintando sus cuadros. Antes de dormir daba las buenas noches, como una vieja costumbre, aunque ya no lo tenía en la cama de al lado. Y cuando lloraba no podía imaginarse otra cosa que su mano en su espalda, su abrazo de consuelo, su mirada de ánimo ante aquel problema. No podía vivir en aquella casa porque solo conseguiría causarse dolor, más dolor.

lunes, 7 de octubre de 2013

Rutinas

Bueno, éste es el comienzo de un pequeño proyecto que empecé hace unos meses, y que aún no he terminado; y sin duda me queda lo suyo. Me gustaría que, si tenéis ánimo, lo leyerais y me dierais vuestra opinión. Muchas gracias a todos.


Un día más Lidia sale a dar un paseo. Nimerya, su perra, la acompaña. Es una preciosa pastor alemán de apenas 2 años, joven aún. Como ella. Parece que hoy hace un buen día, así que posiblemente habrá niños en el parque, piensa. Puede que sea una buena idea llevar la correa por si acaso, aunque está casi segura de que no será necesaria, ya que últimamente Nimerya no se acerca a los niños. Sin embargo la coge. Un día mas se enchufa los cascos. Todos los días le parecen similares. Rutinarios y aburridos. Este paseo es uno de los pocos momentos que en su día a día valen la pena, así que tendrá que disfrutarlo. Antes de salir de casa observa el espejo. Una imagen muy reconocible le devuelve la mirada. Una figura baja, con ropa de andar por casa. Tez blanquecina, de esas a las que les cuesta coger el moreno. Cualquiera podría pensar que tiene 19 o 20 años, sin embargo aún le faltan 3 meses para los 18. Rubia. Ojos azules y una mirada penetrante, o al menos eso es lo que su madre siempre dice. A ella lo único que su mirada le transmite es exasperación, cansancio  aburrimiento. Como siempre desde hace tiempo. No se considera una chica especialmente guapa, aunque muchas otras personas pueden ver que tiene un encanto especial. Es capaz de transmitir su personalidad y su carácter en su forma de vestir, y aún está luchando con sus padres para ponerse un pearcing.

Nimerya se para al salir por el jardín. Observa algo entre los arbustos. ¿Un conejo, quizás? ¿O un pájaro? La pequeña perra sabe mantenerse sola, si algún día se pierde sabrá alimentarse mientras su amiga la encuentra. Porque Lidia jamás la dejaría sola. Con el tiempo que llevan juntas ya son casi una sola, y sin ella no estaría completa. La joven perra la comprende y la quiere como nadie, ella es su mayor confidente: guarda sus secretos y calma sus penas. Su nombre está puesto a propósito, como uno de los lobos protagonistas de la popular serie ''Juego de Tronos'', de la que Lidia es muy fan. Nimerya. La joven perra salta sobre el arbusto y asusta a un conejo que sale corriendo. Ella corre a la caza, y después de varios metros lo coge. Se lo lleva a Lidia. ¿Que hace con el? Lo suelta un poco más lejos. Si la perra necesitara comida no dudaría en dejárselo para ella, pero acaba de tomar arroz y pienso en casa. A muchas personas les resultaría asqueroso que su perro les trajese las piezas que cazara, pero Lidia le ha enseñado a Nymeria a hacerlo. No quiere que se acostumbre a comer cualquier cosa, sobre todo después de las sospechas que ha escuchado sobre gente envenenando plantas de los alrededores. La joven es muy precavida.

Mientras caminan por su paseo habitual Lidia observo el cielo. Para ser primavera hace un calor extraño. Demasiado calor. Casi puede ir en pantalones cortos sin pasar frío. Mientras suena ''Come as you are'' de Nirvana camina al ritmo de la música. Es una costumbre que ha ido cogiendo, inconscientemente. Esta canción siempre le recuerda a Carlos, su mejor amigo desde la infancia, pues él sabe tocarla en la guitarra. De hecho el fin de semana pasado se la intentó enseñar, pero ella es un desastre con los instrumentos. Se consuela pensando que hay gente que está hecha para tocar música y otra para escucharla.

Pasan por delante del parque. Si, hay niños. Dos madres charlando juntas en un banco, con 4 niños jugando en los toboganes. Y también una niña. Todos deben tener alrededor de 9 o 10 años. Juegan al escondite. En el siguiente banco la joven se encuentra una cara conocida. Andrea. No es la primera vez que la ve ahí. Suele ir al parque de vez en cuando, trae a su hermana pequeña, que es la niña. Se saludan mutuamente con una sonrisa muda. Es una chica extraña, piensa Lidia mientras se aleja. Llevan 10 años seguidos en la misma clase y a pesar de ello solo han hablado unas cuantas veces. Es tímida, eso es verdad. Y es de las que suele sacar buenas notas, pero lo curioso de ella es su apariencia. Lleva pantalones de tiro bajo, el pelo en una coleta y palestinas de distintos colores. Le va mucho el rollo hippie. Y había oído que era vegetariana. A pesar de ello a Lidia no le importa. Ella opina que cada uno es como es, y no la juzga. Está cansada de la gente que juzga a los demás, especialmente cuando no los conocen. Y la sociedad está hasta arriba de ese tipo de gente, piensa.

Después del parque suelta a Nimerya. Le gusta andar libre, y no se escapa del lado de su compañera a menos que sea una emergencia. Si la madre de Lidia la viera le diría algo, pero está dispuesta a correr el riesgo. Mientras sigue caminando hacia su casa Lidia piensa en lo que me queda cuando llegue. Tres horas de soporífera filosofía. No es fácil estar en 2º de Bachillerato. Pero por suerte mañana será el último examen antes de las vacaciones de Semana Santa, y eso la alivia. Una semana entera libre para hacer todo lo que lleva tiempo queriendo hacer. Al contrario que la mayoría juventud de hoy en día ella no saldrá a emborracharme por el centro. Lidia se considera diferente. Ella dedicará el tiempo a cosas útiles como quedar con sus amigos o leer otros dos libros. Y seguramente saldrá a correr. Si hace este tiempo tan bueno quizás aproveche y se coja un tren hasta la playa más cercana. O puede le pida a Guille que los lleve en su coche. Su amigo no ha sido capaz de sacarse 2º de Bachiller en 2 años, sin embargo si ha tenido tiempo de sacarse el carnet de conducir.

Nimerya comienza a ladrar cuando pasan cerca de un puente. La joven se acerca al mismo. Debe haber algo allí abajo. Se acerca. No es posible que sea un animal, ya que la perra no suele sentirse amenazada tan fácilmente  Lidia mira hacia los lados y no hay nada ni nadie, extrañamente. Cuando ya está cerca del puente oye un ruido extraño que hace ponerse mas furiosa a Nimerya. Ladra de una manera exagerada, hasta los niños del parque podrían oírla. Se agacha para entrar por debajo del puente. Esta lleno de plantas y arbustos, algunos incluso pinchan. Mierda, ese va a dejarme una marca dura, piensa la joven  Aún por encima escuece. Y Nimerya no se calla. Su ladrido es muy fuerte, parece que está intentado avisarla de algo. Repentinamente una voz suena en su cabeza. No entres ahí. No entres. Lidia se queda parada antes de llegar a la parte baja del puente. Quizá no debería entrar. Puede que sea peligroso. Y esa voz... Se repite en su cabeza... No entres ahí. No entres... Observa su brazo, está sangrando. La herida es mucho más violenta de lo que ella pensaba. Es peligroso. Finalmente decide que será mejor no entrar. La extraña voz sigue sonando en su cabeza, como un eco, al mismo tiempo que Nimerya deja de ladrar. Poco a poco se va echando hacia atrás y saliendo de debajo del puente. Cuando lo hace la voz cesa.

De nuevo en la carretera, con Nimerya, se mira el brazo. La sangre roja brota a borbotones, y parece que tiene una rascadura muy fuerte. No es posible que un simple arbusto le haya hecho eso... Pero no ha visto a nadie cerca. También la extraña voz, le parece muy sospechosa. Decide que lo mejor es que vaya cuanto antes a casa. Allí se vendará el brazo y se echará agua oxigenada, o Betadine quizás. Además aún le queda mucho que estudiar. Prosige su camino hasta llegar a la cuesta antes de su casa. El camino, que es circular, ha terminado; y el brazo le duele como si le hubieran dado una tajada con una navaja. Será mejor que sus padres no sepan nada o se empezarán a hacer preguntas. Y no sabrá como decirles que en realidad fue un arbusto. O eso cree. A decir verdad no está segura. La joven juraría no haber visto nadie más alrededor, pero esa voz en su cabeza la extraña. Nimerya la observa y mira también hacia el puente que han dejado atrás. No sabe muy bien como, pero Lidia siente que su perra sabía que había algo ahí debajo, y estaba asustada. Al igual que ella.

Entra en casa después de dejar a su perra en su pequeño cuarto, en el jardín. Por suerte los padres no la miran cuando entra. Va directamente al armario de las medicinas y coge todo el arsenal: gasas, vendas, Betadine, agua oxigenada... y se va a su habitación, a esconderse. Sus padres, los dos delante del televisor pero sin mirarlo; atendiendo a sus facturas y deberes, no la miran cuando pasa por delante de ellos. Su madre le grita, sin apartar un momento la vista de los papeles, que no olvide que le queda un examen; que estudie toda la noche si hace falta, y que no puede sacar mala nota. Lidia cierra la puerta antes incluso de afirmarle su frase. ¡Si mamá! Grita para que no le diga que no la escucha. Esas son sus habituales conversaciones.


 Observa bien la herida. No tiene buena pinta, parece un tajo fuerte; pero por suerte no muy profundo. Su cabeza aún le da vueltas a aquel momento mientras se pone agua oxigenada. A pesar de lo mucho que escuece la joven no se queja. Le molestan más aquellas extrañas palabras que sonaban en su cabeza. ¿Porque le había sucedido eso? Mientras se seca la herida piensa también en Nimerya, y en su extraño nerviosismo. Por fin se puede poner la gasa y dejar de preocuparse del dolor durante un tiempo. Y también debe dejar de pensar en aquel suceso. Mañana tiene el examen de Kant, y como solía decir el susodicho... ''Yo soy yo y mis circunstancias''. Y sus circunstancias en ese momento son que sino estudia no podrá aprobar el examen. Le quedan 3 horas y media por delante de duro estudio, así que le envía a Carlos un Whatsapp de ánimo y se pone con ello.

miércoles, 31 de julio de 2013

¿A donde va todo el mundo con tanta prisa?

Al mirar las calles desde mi ventana lo único que veo son personas que van de un lado a otro, rapidamente. Todos parecen tener prisa. Han quedado, van al trabajo, a buscar a los niños al colegio... Algunos de ellos van con la mirada perdida, en el frente, mirando hacia ese horizonte de edificios grises, hacia esa masa de niebla atestada de contaminación, que deja en la ciudad un color grisáceo. Otros atienden al móvil, a una llamada o a un mensaje. Parece que están absortos por las máquinas, sienten una furibunda necesidad hacia ellas. Ninguno de ellos podría vivir sin el teléfono durante mas de dos días. Hay otros que van cargados de bolsas. Ropa, aparatos electrónicos, zapatos, cuadros y otros elementos decorativos. Y piensas ¿para que necesitan todo eso?

Me asusta esta sociedad. No se en que nos hemos convertido. Me fijo en esas personas que caminan atadas a sus teléfonos, que necesitan todas esas bolsas llenas de cosas inútiles para sentirse satisfechas con sus vidas, que miran hacia el horizonte en busca de algo que les ayude a sobrellevar la rutina, a darle sentido a la vida que han escogido.

Cuando estos pensamientos cruzan mi mente suelo ponerme a recordar mi infancia y juventud. Tuve la suerte de criarme en un pueblo, un lugar sano. Recuerdo salir todas las mañanas a comprarle el pan al panadero, encontrarme con mis vecinos y saludarles con un buenos días y una preciosa sonrisa. Recuerdo que un viaje al río, un paseo por el bosque o una simple tarde en el palco de la fiesta tomando pipas con mis amigos me llenaba. Recuerdo mi primer beso, en las fiestas del pueblo. Recuerdo las tardes tirado al sol en el césped y las mañanas dándole de comer a los animales. Sin duda ese entorno era mucho mas sano para nuestras vidas.

Tengo claro que sino cambiamos un poco nuestra forma de vivir, de ver las cosas, lo único que nos producirá será una vacío terrible y la perdida de millones de sentimientos y sensaciones buenas. Terminaremos viviendo para trabajar, y trabajando para conseguir dinero, y ese dinero nos los gastaremos en cosas que no necesitamos, pero que nuestra sociedad nos hace pensar que si. Y la felicidad será cosa del pasado.

lunes, 15 de julio de 2013

Edad crítica

Estefanía estaba en su habitación, tirada en cama, esperando la respuesta de su madre. Todo había empezado a la hora de la comida, cuando les había planteado a sus padres por quinta o sexta vez la idea de que le compraran un móvil. Como siempre se habían negado. Ni siquiera sus diversos argumentos sirvieron para convencer a su madre, quien era la que mas en contra estaba. Fani, como la llamaban sus amigas, les había intentado convencer diciéndoles que era una muestra de responsabilidad, y que ya que era la hija mayor debería tener un móvil con ella, para alertar a sus padres si algún dia les pasaba algo a ella o a su hermano Tomás. Además todas sus amigas del instituto tenían uno, y ella no quería ser menos. Muchas veces la habían dado de lado ya que no podían hablar con ella fuera de clase. Y tener un movil con whatsapp seguro que le abriría las puertas al corazón de Felipe, el chico mas buenorro de la clase, el cual le había pedido ya su número. Le dio vergüenza tan solo recordar el momento en que le dijo que no tenía teléfono.

Mientras Fani pensaba en sus problemas alguien llamó a su puerta. Dado que la situación con sus padres era bastante incómoda decidió no decir nada. Su madre abrió la puerta y sin pedir permiso, entró.
- Cariño, no quiero que te enfades con nosotros. Yo creo que entiendes que aún no tienes edad para tener un teléfono móvil, ni para pintarte los ojos. 
- Si que tengo edad, pero tu no me dejas. Yo soy muy responsable, siempre cuido de Tomás y saco buenas notas. Y todas mis amigas tienen móvil.
- Entiende que para tu padre y para mi es muy dificil aceptar que estas creciendo, porque en el fondo sigues siendo una niña. Durante muchos años te hice trencitas para ir a clase, te llenaba la mochila con tus libros y la merienda, y te llevabamos a jugar al parque. Quiero que entiendas que la infancia es la mejor etapa de tu vida, la que mas vas a disfrutar. No tienes obligaciones, no tienes problemas... Aún recuerdo tu primer día de colegio... Estabas tan asustada que no te querías marchar de mi lado. Y ahora... Bueno estoy intentando lidiar con una preadolescente. Solo te recomiendo que no tengas tanta prisa por crecer, porque la infancia no se recupera cariño.

Quince años después Fani se encontraba en su apartamento, tratando de colocar sus cosas nuevas y llevando de su mano a su hija, Carla. El consejo de su madre se le vino a la mente y miró a la pequeña. Con el tiempo, pensó, valoras la infancia porque sabes lo que significa. Hubiera dado lo que fuera por que mi infancia durara tres o cuatro años mas, por no haber querido crecer tan jóven. Aunque ahora es tarde trataré de que ella si disfrute al máximo de su infancia.

lunes, 10 de junio de 2013

Reflexiones

Mi profesora de 6º de Primaria nos dijo una vez que los amigos se podían contar con los dedos de una mano. No lo entendí. Tenía muchos amigos, todos ellos me habían firmado mi estuche con tippex. Eran personas con las que jugaba en los recreos, niños y niñas que conocía de toda la vida. Sin embargo, con el paso de los años, los juegos se dispersan y los amigos, por unas u otras razones, se pierden. Al final unicamente quedan esos 4 o 5 amigos que han sabido mantenerse a tu lado en momentos difíciles y situaciones complicadas. Conoces gente nueva, haces nuevos compañeros, pero esos 4 o 5 de toda la vida están siempre ahí, y sabes que no se marcharán.

Conocí no hace mucho a una chica. No tenía mas de 22 años, sin embargo jamás he conocido a nadie que haya sufrido tanto como ella. La gente tiene miedo de estar sola, me dijo. Sin embargo cuando lo estás, cuando estás completamente sola, pierdes el miedo. Te haces más fuerte, porque sabes que nadie te va a ayudar y que los problemas los tendrás que resolver tu. En el momento creí entenderlo, sin embargo ahora me doy cuenta de que sino lo vives no lo entiendes. Sino te encuentras sola, sin familia, sin amigos, sin compañeros que te puedan ayudar, no sabes lo que es la soledad. No puedes hacerte más fuerte.

Finalmente debo citar a una de mis escritoras favoritas, J.K. Rowling: ''If you want to know what a man's like, take a good look at how hw treats his inferiors, not his equals''. Humildad. Ella sabe de lo que habla.


Son tres personas, tres formas de pensar, que han marcado mi vida, que me han ayudado a ser como soy y a definir mis objetivos. A comprender la amistad, a ser mas fuerte y a ser siempre humilde.